Tenemos la gran suerte de vivir muy cerca de uno de los pulmones verdes de Viena, el Lainzer Tiergarten. Es un parque ideal para pasear, ver animales salvajes, desconectar y luego, te puedes ir a desayunar, comer, merendar o cenar al Hermes Café. Antes no solíamos venir porque teníamos un perro y, debido a los animales salvajes, está prohibida la entrada a perros. Ahora ya no tenemos a nuestra Xana, nos dejó en enero, después de habernos acompañado durante casi 16 años. 😞
Así que este último año hemos ido dos veces; una a merendar y otra a desayunar.
La primera vez, tomamos unos aros de manzana rebozados con una salsa de vainilla y canela. Es un postre muy típico austriaco, que si se hace bien, resulta muy rico. En este caso, los aros estaban crujientes y nada grasientos, pero la salsa de vainilla tenía un sabor que no nos convenció.
El servicio fue rápido y atento. Lo que menos nos gustó fue la decoración del comedor, que está un poco desangelado.

Hace poco fuimos a desayunar y nos sentamos en la terraza. La carta es amplia, puedes escoger entre los platos combinados o seleccionar lo que más te gusta por separado.
Éramos 8 personas y pudimos probar un poco de todo:
Wiener Frühstück: croissant, bollo de pan, mantequilla, mermelada y huevo pasado por agua.
Sportler Frühstück: rebanada de pan con mantequilla y cebollino, verduras crudas con salsa para mojar, muesli y zumo de naranja recién exprimido.
Jäger Frühstück, bastante contundente: rebanada de pan, dos huevos fritos con panceta, paté de jabalí y embutido ahumado.
También pedimos unos huevos revueltos con panceta, yogur con frutas casero y pan alto en proteína.

Estaba todo muy bueno, los productos son de alta calidad y los huevos son ecológicos.
El servicio, en general, fue correcto, pero el pan alto en proteína llegó al final de la comida. Tardó muchísimo en salir. Ese fue el único punto negativo de nuestra visita.